jueves, 22 de diciembre de 2011

Drogodependencias

La adolescencia es una edad de riesgo que puede llevar al consumo de drogas porque aún no se han desarrollado los mecanismos internos adecuados para la maduración, aunque no todo inicio se produce por la falta de recursos emocionales, también son sensibles a la presión social.
El adolescente en su búsqueda de identidad es sumamente influenciable por los medios de comunicación y sobre todo por la pandilla. El grupo de amigos es un claro instigador al consumo. El joven pasa mucha parte de su tiempo en bares, pubs, discotecas... donde el alcohol, así como otras drogas, se presenta como algo habitual asociado a integración y disfrute.

Existen una serie de factores personales y familiares que predisponen al alcoholismo; no se han de tomar como hechos aislados sino que varios factores van a potenciar la probabilidad del consumo. Diversos investigadores han descubierto el fenómeno de «escalada» que explica el proceso por el cual el joven va añadiendo drogas sucesivamente a su consumo. Mantener una actitud positiva hacia el consumo tanto por parte de padres como de hijos consumidores, la conducta antisocial precoz, el consumo antes de los 15 años, la disponibilidad de la sustancia, frecuentar compañías que consumen, el poco compromiso con actividades académicas o laborales, la ausencia de apoyo familiar tanto por una disciplina autoritaria y represiva como por una educación caracterizada por la indiferencia parental en cuanto a los problemas del hijo, incomunicación, etc.

El papel de los padres es decisivo, no sólo como educadores, a través de la administración de refuerzos y castigos correlacionados a determinadas conductas, sino también como fuentes de modelado para sus hijos, quienes tendrán la visión de determinados estilos de vida que probablemente terminará adoptando en el futuro.
En la familia se vive, se crece, se está individualmente y como miembro del grupo, adoptando determinados roles (padre, hijo, hermano…) pero hay que entender que la familia no sólo puede actuar como «formador» sino que también puede actuar como «deformador» aparentando una estabilidad detrás de la cual se están generando miembros enfermos.
Se ha comprobado que una educación afectiva basada en la aceptación y confianza aumenta la autoestima del adolescente y con ello se facilita su integración en el sistema familiar de modo que no precise recurrir a otros grupos buscando el afecto que no percibe en la familia.

La escuela a través de cursos formativos o las Escuelas de Padres y Madres puede no sólo educar sino hacer que éstos se impliquen en tareas educativas para lograr como fin último un cambio de actitudes en sus hijos. Se ha comprobado que a pesar de que los padres en general suelen estar dispuestos, muy pocos se muestran participativos, siendo las madres las más colaboradoras.

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